Ciudad de México.- La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) dirigió un mensaje de Navidad y Año Nuevo a la nación, con el título “Del pesebre a la esperanza”. Firmado por el obispo de Cuernavaca y presidente del colegio de obispos, Ramón Castro Castro, y por el obispo auxiliar de México y secretario general, Héctor M. Pérez Villarreal, el texto implica tanto una reflexión espiritual atemporal junto a alusiones a la realidad social del país y a la responsabilidad cristiana contemporánea.
El documento inicia con una cita de San León Magno en el que destaca que, con la Encarnación de Jesucristo: “Nadie se crea excluido de tal regocijo”. Los obispos se enfocan en la paradoja del nacimiento de Cristo: “Dios se hace pequeño para hacernos grandes”. Este misterio, afirman, debe iluminar “nuestro corazón herido por la discordia”.
Familia, santuario; Guadalupe, identidad
En su mensaje, los obispos se enfocan en dos aspectos imponderables del Misterio de la Encarnación en México: la familia y la presencia de la Virgen de María de Guadalupe en tierra mexicana. Los obispos identifican a la familia como el espacio escogido por Dios para su encarnación. “La familia es el santuario que Dios eligió para hacerse presente en la historia”, señalan. Apelan a la figura de José como protector y de María como modelo de confianza. Citando al papa León XIV, piden que los hogares mexicanos sean “escuela de fe” ante “tormentas e incertidumbres”.
251216 - CEM - Mensaje de Navidad y Año Nuevo 2026
El mensaje además vincula el nacimiento de Jesús con la aparición guadalupana. Afirman que “la tilma de Juan Diego es el primer pesebre de América” y recuerdan la pregunta central del relato guadalupano: “¿Acaso no estoy yo aquí que soy tu madre?”, presentada como un mensaje de consuelo en medio de “conflictos que no cesan”.
2026: centenario de los mártires y reconciliación
El año entrante coincide con el centenario de la persecución religiosa en México, cuando muchos católicos gritaron “¡Viva Cristo Rey!” antes de morir. Los obispos precisan que no fue “un grito de guerra, sino de amor”. Cuestionan: “¿Qué nos toca realizar ahora para dar testimonio del Reino de Cristo, reino de paz, de libertad, de justicia y de amor?”.
El texto concluye con un llamado a la unidad. Citando nuevamente a León XIV, los obispos piden “no dividir el mundo en bandos irreconciliables”. Afirman: “La reconciliación no es debilidad; es la fortaleza de quienes saben que solo el amor construye”.
Dirigen palabras específicas a familias, jóvenes, enfermos, migrantes y quienes “llevan el peso de la soledad o el destierro”. Finalizan con la exhortación de San Pablo: “La esperanza no defrauda porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones”.
El mensaje se enmarca en la preparación del V Centenario Guadalupano (2031) y promueve la “Novena Intercontinental Guadalupana” bajo el lema “Una Tilma, Un Corazón”.

